Navidad es un tiempo para escuchar llenos de asombro y de gratitud la Palabra de Dios. Esa Palabra que estaba junto a Dios, que era Dios, y que ahora está junto a nosotros, hecho hermano nuestro, sin dejar de ser Hijo de Dios.
No nos quedemos en los sentimientos fáciles. Hagamos un esfuerzo para avivar la memoria del hecho que celebramos: este niño que adoramos con los pastores es el Hijo de Dios, enviado por el Padre, nacido de María Virgen, como fruto del Espíritu y del Amor de Dios, para ser salvador nuestro. Y Jesús comienza a salvarnos desde el día de su nacimiento. El es el gran Mensajero del amor de Dios. Del Dios amigo de la vida que nos quiere, que viene a nosotros, que nos abraza y nos perdona y nos da la vida eterna en comunión con El.
Este descubrimiento de nuestra fe cambia nuestra vida. Empezamos a vivir en otro mundo, el mundo de Jesús, el mundo de Dios. Es como si con este gran telescopio de la fe de pronto hubiéramos descubierto nuevas dimensiones del universo. Más allá del último horizonte está Dios que se nace entre nosotros para tomarnos en sus brazos como hijos queridos, uno por uno.
Todo comenzó para Jesús en la noche de Navidad. Toda nuestra vida tiene que nacer de esta noche santa de Belén. Con Jesús, María y José celebremos la cercanía y el amor de Dios, vivamos con ellos pendientes de su voluntad santa. Esa familia santa es nuestra familia, es el principio de la Iglesia, es la simiente del mundo renovado y verdadero.
No tenemos que resignarnos a vivir rodeados de tinieblas. No podemos conformarnos con ser un grupito de supervivientes, islas perdidas, en un océano de indiferencia y oscuridad. Llevemos como los ángeles, como los pastores, como los Magos de Oriente, llevemos por el mundo el anuncio de la Navidad: Nos ha nacido un Salvador, Jesús nos salva siendo testigo de la bondad de Dios y de sus promesas de vida eterna. El es el comienzo de la humanidad nueva, de la vida verdadera, fundada en la verdad de Dios y edificada con las buenas obras del amor. El nos marca los rumbos del auténtico progreso que conduce a la paz, para en este mundo y para los hombres de buena voluntad. El buen Dios, Padre de Jesús y Padre nuestro nos ilumine y nos bendiga a todos.
+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander