«Sí, María ha de ser muy amada y honrada, pero con una devoción que, para ser auténtica: debe estar correctamente basada en la Escritura y en la Tradición, valorando en primer lugar la liturgia y hallando en ésta una orientación para las manifestaciones más espontáneas de la religiosidad popular, ha de expresarse en el esfuerzo por imitar a la ‘Toda santa’ en un camino de perfección personal, debe permanecer alejada de cualquier forma de superstición y vana credulidad, y acoger en el recto sentido, en sintonía con el discernimiento eclesial, las manifestaciones extraordinarias con que la Bienaventurada Virgen se complace en ofrecerse en no pocas ocasiones por el bien del Pueblo de Dios, debe ser capaz de remontarse siempre a la fuente de la grandeza de María, transformándose en incesante Magnificat de alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo» (JUAN PABLO II, Hom. en la clausura del XX Congreso Internacional Mariológico-Mariano [24.9.00]: Ecclesia 3017 (7.10.00 9 29)