Escuchar y acoger la Palabra
En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: ‘Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados lo que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas. (Lucas 17, 20-26)
Iluminar la Palabra
En sus bienaventuranzas, Jesús advierte que un día se invertirá la suerte de los ricos y de los pobres. Es fácil que también hoy sean bastantes los que piensen que esa actitud de Jesús es fruto del resentimiento y la impotencia de quien, no pudiendo lograr la justicia, pide la venganza de Dios.
Sin embargo, el mensaje de Jesus no nace de la impotencia de un hombre derrotado y resentido, sino de su visión intensa de la justicia de Dios.
Han pasado veinte siglos, pero la palabra de Jesús sigue siendo decisiva para los ricos y para los pobres. Palabra de denuncia para unos y de promesa para otros, sigue viva y nos interpela a todos. (Pagola)
Orar y contemplar la Palabra
Después de una lectura reposada del texto y de dejarme iluminar a través del comentario que nos ofrece Pagola en este domingo. Hago un momento de silencio y luego lentamente voy dejando que resuene en mi interior aquella palabra que haya tenido más fuerza para mí en el presente.
Me puedo ayudar en este momento de un comentario que el papa Francisco hizo sobre este texto de las bienaventuranzas. Nos dice en primer lugar que son la tarjeta de identidad del cristiano, que lo identifica como seguidor de Jesús. Y nos invita a preguntarnos: ¿quiénes son los bienaventurados hoy? Y también a releerlas de una manera nueva. Así podríamos señalar nuevas situaciones para vivirlas con el espíritu renovado y siempre actual. Él mismo nos enseña a releer el texto con estas palabras: Bienaventurados los que miran a los ojos a los descartados y marginados mostrándoles cercanía… bienaventurados los que reconocen a Dios en cada persona y luchan para que otros también lo descubran… bienaventurados los que protegen y cuidan la casa común… bienaventurados los que renuncian al propio bienestar por el bien de otros… bienaventurados lo que rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos… (nov. 2016)
Actuar desde la Palabra
Una vez que he interiorizado la palabra y orado con el comentario puedo identificar aquello a lo que me siento llamado, que más me afecta y durante la semana intentar actuar desde esa invitación:
– ¿Seré capaz de mirar a los ojos… y mostrar cercanía?
– ¿Seré capaz de reconocer a Dios en cada persona…?
– ¿Seré capaz de cuidar la casa común? ¿cómo…?
– ¿Seré capaz de poner en primer lugar el bien de los otros?
– ¿Seré capaz de rezar y trabajar por la comunión de los cristianos?