Así ha denominado nuestro Obispo el camino emprendido por este nuevo diácono, Marcel Lucaci: «Una aventura que merece la pena». Para D. Manuel este paso «trascendental camino del sacerdocio» es una invitación a que otros jóvenes se pregunten y se dejen «aconsejar por el Espíritu Santo».
La ceremonia, presidida por el Sr. Obispo, fue concelebrada por otros treinta sacerdotes diocesanos y tres diáconos permanentes que han querido acompañar a Marcel, apoyando su decisión de dedicar su vida al servicio del Señor y de los hermanos. Un servicio que no puede ser confundido con el que se desempeña desde una ONG, sino que brota del ejemplo que nos dejó el mismo Jesús.
Sus padrinos de ordenación, los sacerdotes Gelo Murga y Paco Palma, con los que ha compartido trabajos pastorales el neodiácono, han sido los encargados de ayudarle a revestirse con las vestiduras propias de este ministerio: la estola cruzada y la dalmática.
No han querido perderse este gran acontecimiento diocesano grupos de fieles provenientes de las parroquias en las que ha estado destinado, y de la comunidad de La Canal y de otras realidades de Iglesia como la Renovación Carismática y los Neocatecumenales, que han dado colorido con sus voces a una celebración de por sí muy solemne. En los próximos meses, seguirá dando respuesta a su proceso vocacional con el siguiente paso: la ordenación sacerdotal.
Dejarlo todo y seguir al Señor
Marcel ya ha dejado su país para responder su vocación, y entre los jóvenes de hoy muchas veces se ven las privaciones que suceden tras la ordenación, por la que uno deja de vivir para si mismo, para pasar a depender de la Iglesia, representada en la figura del Obispo, al que se promete respeto y obediencia en la ordenación.
También el celibato es, en apariencia, otra de las dificultades para decidirse a ser sacerdote hoy, pero «cuando uno se deja seducir por el Señor se dejan fácilmente por él la familia y las redes, los parientes y la profesión, el futuro que pudo ser cuajada realidad matrimonial y familiar». Con esta idea y agradeciendo a los que han vivido de cerca el proceso de Marcel concluyó D. Manuel su homilía, poniendo el centro de atención en la fuerza de la llamada de Dios, que es quien «ha venido para servir y no para ser servido» y que a partir de hoy invita a Marcel a seguirlo de este modo, concretándolo en su vida de servicio a los más desfavorecidos.