«Sin comunión no hay evangelización… somos hermanos» es la idea clave que ha compartido nuestro Obispo, D. Arturo, a los religiosos y religiosas congregados está tarde, en la parroquia de Santa María Reparadora, para celebrar anticipadamente la Jornada de la Vida Consagrada –que se celebra el 2 de febrero, fiesta litúrgica de la Presentación del Señor–. Un encuentro festivo de oración, organizado por Confer, en que D. Arturo ha tenido palabras de ánimo e incluso ha bromeado con los religiosos y religiosas asistentes. Junto a él estaban el presidente de Confer Cantabria, el P. José Manuel Méndez Méndez, SJ., y el delegado de Vida Consagrada, el P. Víctor Santos Villagrá, CM.
Nuestro obispo sabe que la sociedad en la que estamos está asumiendo cambios rápidos, que a veces pueden hacer que vayamos a contrapunto. Lo ha referido desde una anécdota de algo que escuchó en un congreso: «’Un siglo ahora dura un lusto’. Tenéis experiencias en vuestras congregaciones: Lo que antes ocurría en 100 años, ahora pasa en 5. […] No sé si miramos cosas de hace 5 años. Ahora diríamos: ¿Es posible? Es un mundo cambiante… es un mundo difícil… es un mundo complejo. Sí. ¿Y qué hacemos? ¿Nos quedamos de brazos cruzados?» Y durante la homilía seguía con bombardeos de preguntas: «Con esa actitud, ¿a quien convencemos? ¿Vamos a perder la ilusión? ¿Vamos a perder las ganas? ¿Ustedes tienen ganas de seguir entregándose y de hacer la voluntad de Dios?»
Ha aprovechado además, D. Arturo, para manifestar qué plan tiene: «A mí me gustaría revolucionar la diócesis entera. […] Revolucionarla. […] Tengo demasiadas e infinitas limitaciones, pero tampoco pienso quedarme quieto… porque por lo poco, o mucho, que voy viendo, escuchando y descubriendo, pues tengo mucha esperanza. ¡Que iluso eres! –me dirán algunos–. Tengo mucha esperanza en la diócesis de Santander.»
Seguía nuestro obispo invitando a los religiosos y religiosas asistentes, cerca de 80, a acoger la voluntad de Dios no como una carga insoportable, sino como un bien para cada uno, sin resignaciones ni dramatismos espirituales. Y así les azuzaba a estar en esa disposición de hacer la voluntad de Dios: «No es una amenaza: ¡Prepárense! […] Tengamos ánimo. Y sobre todo, pidamos unos por otros. Nos unen muchas cosas […] ¡qué grande es eso! Y esa vida nos hace vivir esa comunión de vida y de misión.»
Terminó agradeciendo a todos: «Gracias por cada una de vuestras vidas, gracias por cada una de vuestra tareas. Animo… y a trabajar».
Y el punto dulce del encuentro lo puso el compartir un chocolate con churros, con un tiempo para hablar más distendidamente y que D. Arturo pudiese saludar e intercambiar impresiones con cada uno de los presentes.