♦ Texto para la oración
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: ‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’ Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: ‘¿No es éste el hijo de José?’ Y Jesús les dijo: ‘Sin duda me recitaréis aquel refrán: Médico, cúrate a ti mismo; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’. Y añadió: ‘Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra’. ‘Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio’. Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba. (Lucas 4, 21-30)

♦ Comentario al texto
El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús en la Sinagoga, en continuidad con el domingo anterior. Pero hay un cambio en la actitud de los oyentes que pasan de la admiración, a hacerlo salir del pueblo con intención de despeñarle. Se cumple lo que él mismo anuncia: el profeta no es bien mirado en su tierra, como sucedió a Elías y a Eliseo. ¿Y de dónde viene el problema? Del mismo anuncio. Jesús está poniendo de manifiesto que su anuncio ha de llegar a los extranjeros, que ha de ir más allá de las fronteras de su pueblo, como sucedió en tiempos de los profetas. También desconfían de su propio origen ¿No es éste el hijo de José? Por todo ello intentan despeñarlo, pero Jesús, con su autoridad, se abrió paso entre ellos.

♦ Oración con el texto
He leído el evangelio y su comentario. Me paro un momento, hago silencio en mi interior y me quedo “dando vueltas”, meditando sólo una frase de Jesús: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra.
-Puedo preguntarme: ¿Señor, que quieres decirme hoy con esta imagen evangélica y sobre todo con estas palabras?
¿Hay profetas en nuestro pueblo? ¿Puedo poner nombre y rostro hoy, detrás de esta palabra profeta?
Recuerdo la primera lectura de este domingo: la llamada de Jeremías. Jeremías es un profeta a su pesar, es enviado a los gentiles, es decir fuera de su pueblo.
La predicación de Jesús es también para todas las gentes.
Jeremías vivirá de una promesa: No temas que yo estoy contigo.
Jesús vivirá fuertemente unido al Padre, a su querer, con la certeza de que el Padre no le abandona.
¡SEÑOR, NO NOS PRIVES DE PROFETAS!

En el año de la misericordia
Con la mirada puesta en Jesús y en su rostro misericordioso… podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales… Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Que nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad.
(Papa Francisco. El rostro de la misericordia. 15)