Hoy a las 5 de la tarde, comenzaba con la procesión la ordenación diaconal de Fernando Remón Higuera. El candidato al diaconado iba situado justo delante del libro de los Evangelios. Precisamente el ministerio principal que asume Fernando, tras la ordenación, como diácono es el del servicio de la Palabra de Dios.
En la Catedral se concentró un gran número de fieles que acompañaron a Fernando en este momento importante para él, su familia y para toda la iglesia diocesana.
Son muchas cosas las que Fernando ha dejado en su historia personal, un trabajo que le brindaba éxito profesional, como otros 3 de los 8 seminaristas que comparten con él la vida en el Seminario, que entraron al Seminario tras dejar su profesión. Quizá las palabras que nuestro obispo, D. Manuel, le dirigía en la homilía cuajan perfectamente con su experiencia personal. “Cuando uno se deja seducir por el Señor se dejan fácilmente por Él la familia y el trabajo, los parientes y la profesión, el futuro”.
Uno de los momentos más impactantes es la invocación de los santos pues, al cantar las letanías, el candidato permanece postrado en el suelo, en signo de humildad y petición. Este momento, junto con la imposición de manos en silencio, es uno de los momentos más significativos de esta peculiar celebración.
Fernando hace 6 años que se puso en marcha en el itinerario formativo para la respuesta que ha dado hoy. En su familia siempre ha respirado un clima de fe que ha propiciado que, en este momento concreto de su historia personal, ya a los 51 años haya dado una respuesta libre y decidida al plan de Dios. Precisamente D. Manuel insistió en su homilía en la importancia que tienen las familias a la hora de responder a la llamada de Dios, puesto que “sin familias verdaderamente inquietas por vivir la fe y transmitirla, difícilmente surgirán vocaciones, y si surgen, no podrán sostenerse” en palabras del Sr. Obispo.