Ayer se desplazaban a Madrid un grupo de profesores de diferentes lugares de nuestra diócesis junto a la delegada de Enseñanza, la Hna. María Concepción Castro Barbero, JST. La maleta llena de ilusión en un encuentro que se anunciaba como excepcional. Nunca en nuestro país y en nuestra Iglesia se había puesto el punto de atención en la realidad de la educación, de modo monográfico al menos, y con un formato sinodal.

El proyecto de la educación, que desde la Iglesia es secular, debe seguir abriéndose paso en medio de los retos y las circunstacias que en el mundo actual siguen interpelando y requiriendo una acogida cristiana, que descubra el potencial y posibilidades que pueden despertarse como verdadera solución desde la inspiración del Evangelio.

Durante la celebración del Congreso de educadores celebrado en el Ifema, en la que ha participado una representación de nuestra Diócesis, acompañadas también por nuestro obispo emérito, D. Manuel, han podido participar en los diferentes paneles de experiencias y asistir a las diferentes comunicaciones que han tenido lugar durante la jornada.

El ambiente en general ha sido muy enriquecedor, con tanta variedad de procedencias, de aplicaciones de la enseñanza, del compromiso… pero con una misma misión. Todos «protagonistas de la misión educativa eclesial».

Así pueden entenderse también, dentro de esta vivencia, las palabras de elogio a la educación al clausurar el congreso el obispo de Lugo, Mons. Alfonso Carrasco: «estamos educando y queremos educar, que esta misión educativa caracteriza nuestra alma más íntima y tiene trascendencia universal, para el bien verdadero de la persona y el de nuestro mundo.»

D. Alfonso señalaba algo como resumen:

«Hemos escuchado aquí

  • las preocupaciones de los más de 2500 colegios de ideario católico, que escolarizan a más de 1.500.000 estudiantes;
  • las inquietudes de los más de 36.000 profesores de Religión, que atienden a más de 3.150.000 alumnos.

Hemos acogido

  • la realidad de los innumerables educadores cristianos, profesionales en multitud de escenarios educativos, muchas veces desconocidos;
  • las preocupaciones de los 413 centros de Educación Especial, en los que están escolarizados 10.990 alumnos, una realidad demasiado invisibilizada en nuestra sociedad;
  • la realidad de los centros de Formación Profesional, preocupados por la inclusión social y la promoción humana
    y profesional;
  • la reflexión de las 17 Universidades, los 31 Centros universitarios y las 24 Facultades eclesiásticas de la Iglesia, donde cursan estudios superiores más de 140.000 estudiantes;
  • la vida de los colegios mayores y residencias universitarias, que hacen posible a los estudiantes una formación que supere el individualismo y la hiper-especialización;
  • la enorme diversidad de proyectos bajo el nombre de educación no formal, voluntariado, tiempo libre y otros
    proyectos culturales;
  • la inquietud por la educación cristiana de las nuevas generaciones, que comparten las familias, los colegios y las
    parroquias.»

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