La semana comenzó inestable, en cuanto a lo meteorológico, e hizo que una tras otra fuesen suspendiéndose o cambiando el itinerario previsto las procesiones programadas.

El miércoles la procesión de la Santa Misericordia se limitó a recorrer el claustro de la Catedral y el resto sustituyeron sus visitas y encuentros por actos de oración en la carpa de la Porticada y retiradas por el mal tiempo.

Ayer el tiempo dio una tregua. Así pudieron recorrer nuestra ciudad las dos procesiones que habitualmente salen este día.

  • La procesión de la Santa Vera Cruz y de la Pasión de Nuestro Señor.

  • Y la procesión del Santísimo Cristo de la Paz.

En la Catedral nuestro Obispo, D. Arturo, invitaba a todos, en su homilía, a entrar en la dinámica que se abría en una Catedral, convertida en Cenáculo, que «es nuestro cielo».

Expresó cómo el Jueves «es la despedida o la permanencia permanente» del Señor y, desde los detalles del Evangelio de sentimientos, miradas, recuerdos… invitó a todos a reconocer el amor apasionado del Señor, interpelando a los asistentes: «¿Podemos resistirnos? ¿Seremos capaces de quedarnos al margen y no entrar en ese deseo de Jesús, de meternos de lleno en su corazón, apasionado de amor por entregarse por nosotros y demostrarnos con claridad, hasta el extremo, que nos ama?».

La pregunta sobre el sentido del gesto por excelencia del servicio total, del lavatorio: «Perdonadme, ¡Qué duros somos a veces para acercarnos al misterio y abrir el corazón! Es verdad que, con nuestras razones particulares, no sabríamos responder […] ¿Intentais comprender que mi servicio es el deseo de que vosotros seais servidores?».

Viviendo esa doble experiencia del corazón: «Primero abrid el corazón para experimentar ese amor apasionado de Jesús, para que tú escuches como en el Cenaculo. ¡Aquí se ama! ¡Así se ama! ¡Hasta el extremo! Tú eres amado hasta el extremo por Jesús. […]» La segunda experiencia: «Jesús te pide que te dejes lavar los pies por Jesús […] déjale hacer, porque es la expresión de servicio que Él quiere que quede grabada en nuestros corazones para que nosotros hagamos lo mismo. […] ¡Dejate amar!»