Jesús, gracias por visitarme precisamente a mí, hoy y en este momento.
Gracias porque tu amor vale más que todos los bienes que se puedan recibir en la vida.
Comprendo que sólo Tú, me puedes hacer plenamente feliz.
Ayúdame a ser siempre fiel a este encuentro contigo, a esta comunión.
Delante de mis padres, hermanos, catequistas, familiares y amigos, quiero hacerte una promesa:
Contando con mis posibilidades y debilidades, Jesús, siempre quiero estar contigo, ser tu amigo.
Pero por favor, sobre todo, Tú, estate siempre conmigo.
Llévame de la mano y guíame incluso en situaciones difíciles.
Jesús estoy seguro de que este es el inicio de un camino que vamos a recorrer juntos.
El camino de nuestra amistad para toda la vida.