Durante esta semana se ha desarrollado la promoción de la 65º «Campaña contra el Hambre» de Manos Unidas, que este año se fijaba en el efecto que provoca el ser humano en la naturaleza y la vida social. No siempre su efecto es adverso… el ser humano es el único que puede cambiar, la única especie que mejora el mundo con su compromiso.
Nuestro Obispo, D. Arturo, participó el pasado miércoles en la presentación que se realizó en la Fundación Casyc, en el Edificio Tantín de Santander. Allí el misionero indonesio Robertus Kardi, de los Javerianos, contó a los presentes la labor que realizan en muchos lugares del mundo, gracias a la ayuda de Manos Unidas.
Invitó a mirar el mundo y a dejar que nos interpele el mal que provoca el cambio climático, sobre todo en los paises más empobrecidos, que son los que menos medios tienen para hacerle frente y sus consecuecias derivadas: contaminación, sequias, hambre y la muerte. Un drama ambiental que está en la mano de todos atajar a través de pequeños gestos.
Ayer, en la Misa de la jornada del «Ayuno Voluntario», en la que se leyó el manifiesto frente al cambio climático, D. Arturo quiso, a la luz del evangelio de la multiplicación, poner de relieve la compasión de Jesús «no era algo paralizante, sino todo lo contrario: el deseo de la entrega y del servicio». Toda la historia nos lanza la misma pregunta que el Señor en el Evangelio: «Tú dame lo que tienes, lo poco que tengas. No te preocupes, tú… ¡Traémelo! […] Sobraron muchos cestos de pan, ¿esos sois vosotros, Manos Unidas?».
Una invitación a hacer desde lo poco «grande la vida de tantos». Convertir así nuestros pequeños sacrificios y ofrendas «en don para cuidar la tierra, en un dispensario, en una escuelita, en una fuente, en un campo que se puede cultivar, en educacion para tantas mujeres maltratadas, en carino para tantos niños, en medicinas…».
Continuaba con ese simil del evangelio para sacar los colores a nuestra sociedad del bienestar: «Solo unos pocos panes y unos pocos peces –que nos parecen en este mundo de opulencia tan poco– se convierten en el tesoro de la vida para muchos. Por eso es tan importante que nuestras manos estén unidas, no solo como gesto real –que nos mantiene cercanos, y es experiencia de comunión–, sino al mismo tiempo las manos unidas para servir, para ofrecer, para agradar, para engrandecer la vida de tantas personitas en este mundo que carecen de lo necesario para vivir y que esperan nuestro pan, nuestros panes, para que Dios los multiplique y ellos puedan vivir».
Para concluir su homilía animando a los presentes, y a todos los que forman parte de Manos Unidas: «Por favor, no dejemos de tener unidas nuestras manos, de servir a nuestros hermanos, de ser generosos y grandes para que otros puedan vivir y tener dignidad.»
Recordarmos que hoy y mañana, las colectas en las parroquias tendrán como finalidad ayudar a Manos Unidas en aquellos proyectos a lo largo y ancho del mundo que busca un desarrollo sostenible y con especial atención a las mujeres, los niños y discapacitados, colectivos más desfavorecidos. Todos esos proyectos pueden consultarse aquí.